GILLES DELEUZE
PROSA POÉTICA III
Oigo de lejos como el agua riega mi imaginación en el contacto con tu cuerpo.
No podría ir más lejos, aquí sentado, que a mi encuentro con la voluntad que me abraza por los jardines del recuerdo. Sería un manantial de palabras lo que ahora nombraría el paisaje de tu figura. Pero son los vapores de mis dudas los que se funden con el cálido vaho que tus caderas generan en cada rincón de mi pensamiento.
Cada gota que riega tu cuerpo me insinúa que no es el momento para respetar las nieblas que se impusieron televisadas bajo una cara amable. Ni es tiempo, nunca lo ha sido, de tirar la toalla en los arcenes de la memoria como en espera de pasiones programadas por la extraña inercia de programadores de hielo. Pero ese tarareo inconfundible de quien sabe del sabor de un beso en agua tibia, me convence con sus fluidos de nueva vida que hoy, solo hoy, aún podemos ser bruscos y temerarios en el deseo de crecer. Como lo hacen las hierbas asilvestradas, que a la fuerza de la obstinación por vivir, nacen en los muros agrietados por la dudosa consistencia de este tiempo.
Ahora, al ver tus pasos atravesar del baño a la cama, veo que quizás nos parecemos a ellas. Por amarnos a lo salvaje en este mundo de mierda, y no hacer caso a los tropiezos que la desgastada razón impone al fluir del deseo que nos une. Más allá, mucho más allá, de la solidez del miedo.